lunes, 18 de mayo de 2015

De llaves y recuerdos

La llave no entra. Ya le dio vueltas, ya la forzó, pero no entra. Tiró la caja, como siempre. Como cada primer domingo del mes. 

Sigue tan cerrada como antes o incluso más, ¿aumenta el tiempo la fuerza del candado o la reduce? Seis meses y seis intentos parecen apuntar a que la aumenta. O puede que no. Puede que sea la llave. Nada abre sin la llave correcta, sin importar cuanto tiempo pase, sin importar si se debilita o se fortalece. 

La fuerza con la que el candado protege la caja contradice la debilidad con la que su mente intenta recordar lo que hay guardado en ella. El tiempo es un borrador y la memoria está escrita a lápiz. 

Sabe que podría dañarla, coger un cuchillo y abrirla por un lado. Pero no quiere. Quiere que la llave aparezca el día que tenga que aparecer. No quiere retar a la suerte y terminar abriendo recuerdos el día incorrecto. Quiere que cuando por fin el candado ceda, sea culpa de la vida y no de ella.

Él le escribía, no mucho, ni todo el tiempo. Pero ocasionalmente encontraba notas en los bolsos, debajo de la puerta o en la almohada. No eran actas ni poemas. Eran frases sencillas, escritas a la ligera. Letras con alma de palabras. Las leía siempre más de una vez, sonreía y las metía con cuidado dentro de la caja.

Hubo un tiempo en el que cambió las letras por dibujos. Entró a unas clases que encontró por internet y todos los miércoles a las seis le hacía garabatos a lápiz mientras el profesor explicaba la técnica del día. Le dibujaba dinosaurios y toda clase de cosas sin sentido que ella creía comprender. Como si se dijeran secretos sin saberlo a través de esos dibujos que parecían hechos al azar. Esos también los guardaba.

Cree que también guardó uno que otro caucho que el categorizó de anillo y que le entregó de rodillas, como debe ser. No sabe cuántos fueron, no se acuerda cuántas veces le dijo que sí. Pero tiene de algún modo la certeza de que fueron muchas. 

Hay más cosas, está segura, como quien sabe que afuera llueve solo por el leve sonido que deja la gota cuando besa el techo. Pero no puede comprobarlo porque cerró la caja. 

Siempre fue un hombre libre, él, con los pies en el cielo. Siempre quiso viajar y soñar otros sueños en ajenos horizontes. Parecía un colibrí, le decía ella, siempre queriendo escapar como si todo fuera para él una jaula. Se demoró, porque la libertad se acostumbra al encierro, pero finalmente se acuerda de su esencia y le vuelven a salir alas. A él también le pasó, se acostumbró un rato, dibujó, escribió, la cogió de la mano cuando acariciaban juntos las aceras y luego un día, por la tarde, se despidió de ella. Me voy, le dijo. Ya sé, respondió ella. Siempre lo supo. 

Quiso guardarlo también a él en la caja ese día, pero no hubiera cabido. 

Temió que los recuerdos de la caja se fueran también con él y la cerró con un candado. La llave la botó al a basura. Aunque si alguien le pregunta dice que la ahogó en el mar. 

Al principio estuvo tranquila, construyó la certeza de que dentro de la caja también estaba él. Pero los días fueron pasando y empezó a sentirse mortificada. Ya no recordaba si se le hacían huequitos en los cachetes cuando se reía; empezó a olvidar la forma en la que él parpadeaba cuando hablaban del destino. Quiso desesperadamente sacarlo de la caja. Volver a encontrarlo ahí, como lo había dejado. Recordarlo con pruebas, para estar segura de que había sido real. 

Pero tenía miedo de las mismas cosas. De abrir la caja y no verlo, de que los recuerdos sin él, no fueran más que papeles mal doblados y guardados a la fuerza. 

Se le ocurrió entonces un plan. Compraría una llave el primer domingo de cada mes e intentaría abrir el candado. Parecía bastante útil en ese primer momento, ahora no lo parecía tanto. Ya Había ido a ferias, a almacenes de objetos inútiles, a almacenes de objetos útiles. Incluso, había encontrado una que otra escondida en el desorden. Pero, al igual que esta, ninguna había abierto el candado. 

Al parecer abril tampoco era el mes para recordar. Ya vendrá mayo, se dijo. Recogió la caja y la subió nuevamente a la repisa. 


Sara Betancur Carvajal




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