Cuando Olivia
bebió de la copa que le había traído el mesero, repitió por quinta vez esa
mueca que hacía cuando algo le sabía amargo. "No me gusta el
tequila", dijo.
-A mí tampoco, le respondió alguien desde el final de la barra.
Olivia bajó entonces la cabeza y lo miró. “Estaba hablando sola”, quiso decirle. Pero de una u otra forma sabía que para él ya estaba claro.
-¿Por qué toma tequila si no le gusta? Le preguntó el hombre.
-¿Por qué habla con alguien si no lo conoce? Inquirió ella con una voz de tal suavidad, que parecía estársele derritiendo en la boca.
-No sé, respondió él luego de una pausa. –Quizá por el mismo motivo por el cual toma usted tequila sin que le guste.
Olivia guardó silencio durante un rato.
-No sabía yo que también se podían ahogar los recuerdos en los extraños, le dijo y sonrió.
-A mí tampoco, le respondió alguien desde el final de la barra.
Olivia bajó entonces la cabeza y lo miró. “Estaba hablando sola”, quiso decirle. Pero de una u otra forma sabía que para él ya estaba claro.
-¿Por qué toma tequila si no le gusta? Le preguntó el hombre.
-¿Por qué habla con alguien si no lo conoce? Inquirió ella con una voz de tal suavidad, que parecía estársele derritiendo en la boca.
-No sé, respondió él luego de una pausa. –Quizá por el mismo motivo por el cual toma usted tequila sin que le guste.
Olivia guardó silencio durante un rato.
-No sabía yo que también se podían ahogar los recuerdos en los extraños, le dijo y sonrió.
– Sara Betancur
Todos los derechos reservados
Todos los derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario