- Detenerse en la piscina y ver las gotas de lluvia cuando caen.
- Pasarse la lengua por los labios después de un trago de vino.
- Despertarse junto a una ventana desde la que se puede divisar el mar.
- Perderse en el ritmo de las olas que parecen melodía.
- Ver los barcos lejos de la orilla y recordar historias de piratas y sirenas.
- Calcular el horizonte y sonreír ante lo incierto.
- Deleitarse en el baile de las golondrinas.
- Levantar un dedo, el índice quizá, e intentar seguir el rastro de las nubes. Como si pudiera volverse pincel y el mundo fuera lienzo.
- Cantar alguna canción que escurridiza se incrustó en la cabeza mientras se espera el ascensor en el piso 16.
- Flotar en el agua y ser liviano, imperturbable, efímero.
Sara Betancur Carvajal
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