A Ana, gracias por
devolverme en el tiempo.
La
única condición es que no podía contárselo a nadie. Era un secreto de familia,
había dicho la abuela, con claridad rotunda, la mañana en que se lo contó.
“Elige la foto que quieras, la que más te guste”, la había instruido mientras le
pasaba álbumes vestidos de polvo que había sacado de un cajón que mantenía con
llave.
Ana, sin
entender todavía de qué iba el cuento, había revisado los recuerdos empastados
en busca de alguno que llamara su atención. Cuando lo encontró sacó de la lámina
la foto y se la entregó a la abuela. “¿Estás segura de que es esta la que
quieres? Mira que si te equivocas vas a tener que esperar 190 días para
repetirlo”.
Ana dudó y le pidió a la abuela que volviera a
mostrarle la fotografía. La examinó en detalle y dejó que en su mente se
dibujara la escena retratada. Era de otros tiempos, quizá más felices, en los
que la vida parecía fácil y el mar la hacía sentir llevadera. Le sabía a
familia, a tranquilidad, a conversaciones perdidas en la arena.
“Estoy segura” dijo luego, a lo que la abuela
asintió con la cabeza y le contó en detalle el tan guardado secreto, no sin
antes advertirle que el viaje no duraba sino 20 minutos y que la única
condición era que no podía contárselo a nadie.
De esa mañana hace ya mucho tiempo. El asombro de
ese día se convirtió en costumbre y hoy ya casi nunca Ana viaja dentro de las
fotografías. Sin embargo, los días lluviosos en los que no pasa nada, se sienta
a revisar los álbumes y elige algún recuerdo que se le antoje lejano, bonito,
añorante. Pone la mano sobre la foto, con los dedos bien abiertos, como le
enseñó la abuela, cierra los ojos con fuerza y repite la frase que mantiene en
secreto. Vuelve así, por 20 minutos, a estar en el lugar de la foto. Aunque es
corto y casi siempre queda anhelante, vuelve renovada, más consciente, es como
si escuchara de pronto el acelerado compás del tiempo y sintiera gratitud por
los recuerdos.
Sara Betancur Carvajal
No hay comentarios:
Publicar un comentario