A Sara, gracias por recordarme
el verdadero mensaje del viento.
Ese día lo entendí. Fue como si realmente un pájaro
me lo hubiera dicho. Como si me hubiera perseguido hasta encontrarme, solo para
posarse en mi hombro y susurrarme al oído.
Estaba sentada en la calle, porque a veces las
sillas se me antojan inservibles. No había nada de especial en ese día, el
cielo lo cubría todo y el ruido de los carros contaminaba la brisa. Cuando lo
sentí andaba perdida en otras cosas, en momentos de otros tiempos que ya no me
pertenecen.
Quisiera decir con exactitud el qué y el cómo pero
me resulta imposible, entonces me limito a explicarme a mí misma que fue un
pájaro, porque los pájaros son del viento y hablan todos los idiomas. Me digo que
llegó hasta mi hombro, acercó su pico a mi oído y le escuché decirme: “Sara, la
vida es simple y es bonita”.
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