martes, 6 de octubre de 2015

Repisa de recuerdos


La primera vez que vi la foto debía tener unos 6 años. Estaba en la pieza de Victoria, en la parte de arriba de una repisa incrustada en la pared. Me parece que al lado había una mujer negra de vestido rojo que bailaba tango a la luz de un farol. Al fondo se veía el mar, gris, porque en ese entonces todavía no se conocían los colores y las cámaras. En primer plano estaba la abuela- antes de ser la abuela- de falda ancha y cintura angosta parada junto al abuelo que tenía unos ojos muy similares a los de ahora. No sé si eran felices, pero parecían. No sé si sabían en ese entonces que el tiempo pasaría tan rápido. No sé tampoco si era la primera vez que el mar los veía juntos.
La cámara la encontré después, mucho después, en otra repisa. Estaba en un rincón, también en la parte de arriba, en la biblioteca de Carlos. La vi cuando nos invitó a conocer su casa en el bosque que parecía salida de un cuento que papá nos leía por la noche cuando todavía no entendíamos el secreto de las silabas. Creo que debió sentirse sola y extraña en ese rincón encima de todos esos libros con nombres en francés. “Es la cámara de la luna de miel de los abuelos, me dijo Carlos cuando le señalé curiosa el aparato. La bajó para que la viera, para que comprobara yo misma, mirando por la rendija de arriba, que todavía servía a pesar de que estaba cubierta de polvo y los dos lentes se habían vuelto del color de la ceguera.
Ahora la cámara es mía y descansa en mi repisa. A veces la miro e intento imaginar las manos del extraño que la sostuvieron mientras los abuelos posaban y el mar silbaba infinito. La miro envidiosa de que los haya conocido en otro tiempo de sueños más jóvenes. Quisiera que hablara y me contara historias, me gustaría que me describiera la forma en la que se miraban los abuelos antes de saber que pasarían los siguientes 50 años juntos, antes de que vieran crecer los hijos, antes de que la vida llegara para cambiarlo todo.
Espero algún día, cuando los recuerdos tengan que ser repartidos porque juntos duelen demasiado, quedarme con la foto y ponerla junto a la cámara. Me gustaría reencontrarlas como a dos viejas amigas y escucharlas a escondidas mientras se susurran recuerdos ajenos.


Sara Betancur Carvajal 

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