miércoles, 8 de junio de 2016

Posible

          




A Santiago, gracias por 
invitarme a ser niños otra vez.


   Me deleito mirándolo. Puedo quedarme horas viéndolo jugar, o escuchándole alguna historia de esas que saca de su cabeza como si tuviera ahí dentro una fábrica de imaginarios. Sobre todo, me gusta verlo cuando estamos cerca del mar.  Estoy seguro de que hay algo que él entiende y yo no, alguna verdad del universo que se revela a sus ojos inocentes y se oculta a los míos contaminados ya de tantas cosas que me enseñé a creer ciertas.
Hay algo en la inmensidad del océano que a mí me asusta pero a él lo tranquiliza. Es como si las olas le hablaran, como si, cuando chocan contra la arena sobre la cual está sentado, inmutable, le susurraran que todo es posible.


 


Sara Betancur Carvajal

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