jueves, 1 de enero de 2015

Del mar

Caminaban despacio mientras el sol se iba acercando al horizonte; él, porque entendía que un paso suyo, eran para ella tres. Ella, porque andaba distraída imaginando quién sabe qué cosas. Respetaban en silencio la margen que dejaban las olas cuando se desvanecían al borde del mar.
Los boleritos del vestido se mecían con la brisa mientras sus crespos, pequeños y cafés, desafiaban la gravedad. Tenía en los brazos, dibujadas por el sol, las marcas de los flotadores. En la mano derecha llevaba un balde morado, sucio todavía de pedacitos de castillo. Iba mirando el suelo, un poco esperando a descubrir algo, un poco trazando el recorrido que debían seguir sus pies. 
-¿Ves cómo brilla la arena? Le preguntó él, mirándola. 
Ella abrió un poco más los ojos, como quien logra por fin ver la magia en algo que siempre tuvo en frente. Y sin levantar la cabeza, asintió. Entonces él, con voz de quien comparte un buen secreto, le dijo: 
-Esos pedacitos, los que parpadean con el roce de la luz...se detuvo un momento, el sonido de las olas llenó el silencio y la mirada de la niña brilló expectante. -Esos, agregó, Son deseos olvidados que se esconden en la arena.

 –Sara Betancur 


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