jueves, 1 de enero de 2015

Escalera prestada

Nadie respondió cuando tocó el timbre. “¿Habrá salido?” Intentó tocar nuevamente, con más fuerza, pero no obtuvo respuesta alguna. Buscó las llaves en sus bolsillos, sabiendo que no encontraría  más que un par de monedas y una que otra mota. Recordaba muy bien el rincón del nochero en el que las había dejado. Tocó de nuevo, muchas veces, pero no sirvió de nada. Parecía como si la casa estuviera vacía. Aún cuando no lo estaba.

Inicialmente creyó sentir rabia, pero cuando vio la ventana medio abierta y volvió de la portería con una escalera prestada, descubrió que lo que realmente sentía era miedo. Miedo profundo de saber, que aunque quisiera creer lo contrario, la verdad seguía siendo que él no había salido. “¿Qué habrá pasado?”  Se preguntó, intentando con todas sus fuerzas no encontrar  la respuesta.

Subió la escalera despacio  y entró por la ventana.  Un pie, luego otro.  Cuando por fin estaba adentro  parecía que lo que realmente quería era  salir. Escapar de esa escalofriante energía que emanaba la casa. “¿Alo?” Dijo, maquillando su miedo con fuerza fingida. Nadie respondió. “¿Alo?” repitió, pero esta vez no pudo evitar que su voz temblara. 

La sensación de alarma le susurraba al oído que lo que estaba a punto de ver era ya inevitable. Así que mientras su respiración se agitaba cada vez más, empezó a  caminar despacio, rodeada de un silencio en el que retumbaban  los afanosos latidos de su corazón. 

No había avanzado mucho cuando de repente, con la fuerza de lo inesperado, paró.  El tiempo se detuvo junto con ella. Sus ojos se abrieron de par en par y una lágrima escapó de ellos sin permiso. 

-Sara Betancur 


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